11 de febrero de 2014

Levantas la mirada de los apuntes, agotado. Sueltas un suspiro y estiras tus brazos hacia arriba para poder liberar esa presión que se acumula sobre tus hombros. En el momento que los bajas vuelves a liberar todo el aire que contienen tus pulmones.

Te llevas el lápiz a la boca y lo muerdes distraído mientras tu mirada sigue el rastro de tu letra a través de todas las hojas de apuntes. Pones los ojos en blanco y te repites internamente que no puedes más. Necesitas un respiro y como si el móvil te leyese la mente ilumina su pantalla. Tienes una notificación.

Paseas perezosamente el dedo sobre su superficie para desbloquearlo y ves que son tus compañeros escritores, tan asqueados que tú y deseosos de ese ansiado descanso. Dejas volar tu mente y hablas con ellos, ríes y te distraes.

Amistades virtuales, gente que vive lejos físicamente pero al mismo tiempo a tan solo un par de clicks. Un pensamiento se te cruza como un rayo y te quedas quieto.

Miras de reojo el calendario. Tal vez…

Te abalanzas sobre el ordenador y empiezas a buscar transportes y alojamientos mientras al otro lado bombardeas a tus amigos con la idea alocada que tu mente no para de repetirte. Y, aunque suene completamente absurdo, sabes que dentro de ti las ganas de hacer ese viaje casi sin apenas planearlo es la mejor idea que has tenido en siglos.

A medida que se acercan las fechas señaladas tu cuerpo siente un algo. Emoción, aventura, nervios y otros sentimientos que recorren cada poro de tu piel. Entre descanso y descanso de estudio calculas las horas que te quedan para iniciar ese viaje. El sin vivir de los exámenes pasa a un segundo plano y el miedo a perder el tren te abruma.

Y llega el día. Una angustia te invade durante un breve instante. Miedo a relacionarte en persona con esa gente a la que has conocido solo a través de sus palabras en pequeñas publicaciones y relatos de sus blogs personales. Dudas. Temores.

Pero cuando te encuentras con ellos la fluidez con la que os habláis es tan natural que nadie pensaría que es la primera vez que os veis en persona. Y así transcurren los días. El fin de semana esperado. Las horas, minutos y segundos del viaje que no tienes palabras suficientes para expresar todo lo pasado y disfrutado. Sonríes, porque cada milésima de segundo que has pasado con ellos no lo cambiarías por nada en el mundo.

Una semana después sientes nostalgia de esa ciudad. De ese ambiente que se ha generado simplemente en un par de días y que ha cambiado tu vida de algún modo. Y todo esto por la simpleza de una idea fugaz.

Una idea que volverás a repetir en cuanto tengas ocasión.

1 comentario :

  1. ¡Ojalá vengas pronto de vuelta! Todos esperamos que vuelvas a tener otra idea loca y decidas escaparte de nuevo con nosotros, jajaja.
    PD: me ha encantado conocerte. :)

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