30 de enero de 2014

Tras un largo día, mi cuerpo agradecía llegar a casa y estirarme envuelta entre las sábanas de la cama. Al apagar la luz mi cuerpo se queda completamente paralizado. Un escalofrío me recorre la espalda y me eriza todos los vellos del cuerpo.

Y es que hay alguien más en la habitación.

Puedo escuchar su respiración agitada y pesada. Se mueve arrastrando los pies hacia la cama. Y yo no puedo moverme.

Siento impotencia. No logro articular palabra alguna. Mis ojos, anegados de lágrimas, intentan enfocar a aquella persona.

El latir de mi corazón se desboca al comprobar que no es humano.

Sus garras aprietan lentamente sobre mi garganta, impidiendo el paso del aire a mis pulmones. Noto como las fuerzas abandonan todo mi cuerpo. Lo último que veo es la sonrisa despiadada de aquella criatura.

Despierto entre sudores lanzando un grito desgarrador. Y me encuentro sola en la oscuridad.

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