26 de diciembre de 2013

Robert se apoyó en la pared, mientas se recolocaba las gafas sobre la nariz. Con el dorso de la mano se secó las gotas de sudor que le recorrían la frente, mientras lanzaba una mirada al pasillo por el que había accedido al edificio. Allí, tendidos en el suelo, se encontraban los cuerpos sin vida de dos guardias que había abatido a duras penas. Cogió con ambas manos la pistola para sacar el cargador. Con un golpe seco volvió a colocarlo al sitio. Todavía le quedaban balas suficientes para continuar. Al escuchar el sonido de la estática en su oreja lanzó un suspiro, aliviado. Pulsó justo detrás del lóbulo para conectar el micrófono.

—¿Mike, puedes oírme? —dijo con un susurro.

—Sí, te escucho Robert. He podido recalibrar el sistema de Breaker otra vez y reconectar la comunicación. No sé qué está pasando, pero no es seguro. Deberías…

—Demasiado tarde, ya estoy dentro. ¿Ella sigue allí?

—El sistema de rastreo sigue sin responder correctamente. Voy a tardar unos minutos, así que quédate...

—Mike, no tengo dos minutos.

Agarró con ambas manos el arma y giró la esquina del pasillo con decisión, apuntando la pistola hacia delante.

Fue Mike quien contactó con él hacía unos meses. Necesitaba a alguien experto en el campo, ya que él no podía valerse por sí solo. Era arriesgado, pero con el despliegue tecnológico de Breaker y unas frases con gancho le convenció para probar con una misión que consideraba una simple minucia. Y desde entonces han trabajado juntos para conseguir el mismo objetivo: Desbaratar los planes de la corporación. Primero fueron cosas sencillas, golpes efectivos pero que pasaban completamente desapercibidos. Poco a poco el nivel al que accedían se convirtió en clave para la corporación, hasta el punto de que éste advirtiera su existencia. Y ahí empezó todo.

Breaker fallaba en algunos cálculos, e incluso en ocasiones perdía por completo el control. A cada día que pasaba Mike estaba más y más nervioso. Nunca había ocurrido una cosa así. Los ataques de la corporación eran agresivos. Y llegó el día en el que la imagen que apareció en uno de los monitores les heló la sangre. Robert se descontroló al verla. La cabeza de la mujer estaba tendida sobre el pecho y el pelo le cubría la cara, pero sin duda alguna la reconoció. Estaba agarrada del techo con unos grilletes que le aprisionaban las manos y en ambos pies otros iguales, de modo que no podía moverse ni aunque quisiera. No dudó ni un segundo en coger todo su equipo y salir en su búsqueda.

La voz volvió a sonar en su cabeza.

—Breaker se ha recuperado al cincuenta por ciento —hizo una pausa—. Robert, esto me huele muy mal.

—No me vengas con corazonadas.

—¿Y si no es ella?

Su respiración se detuvo por un segundo. Las palabras de su compañero resonaron en su cabeza. Agitando la cabeza apartó ese pensamiento, justo cuando junto con un pitido largo y casi imperceptible se iluminó una de las lentes de las gafas.

—Estoy completamente seguro. Sigue trabajando y consigue recuperar todo el sistema.

Pulsando sobre unos minúsculos botones en la patilla de las gafas y susurrando órdenes en voz baja activó la subrutina que le permitía detectar el calor corporal.

Antes de atravesar una puerta pudo comprobar que al otro lado le esperaban otros dos agentes, tendiéndole una emboscada. Cogió impulso y empujo la puerta con el hombro, tumbando a uno de los hombres. Al entrar apuntó con el arma al guardia que tenía delante, mostrando una cara de incredulidad. De un tiro lo abatió, y giró el cuerpo media vuelta para acabar con el otro individuo en el suelo.

Con una sonrisa de satisfacción continuó su ascenso. A medida que los programas de Breaker se recuperaban se volvía más fácil romper las defensas de los guardias, esquivando sus trampas y lanzando grandes ofensivas. Gracias a esto pudo llegar al último piso sin apenas dificultades.

Aquel lugar estaba vacío por completo, la única habitación allí era un enorme despacho acristalado, cubierto por un manto de oscuridad. Abrió la puerta de madera de una patada y apuntó el arma hacia delante. La mujer se encontraba sola en la habitación y los sensores indicaban que era la única presencia de la sala. Bajó la pistola y la guardó en la funda de su cinturón.

—Robert, esto tiene mala pinta —dijo Mike. Su voz se entrecortaba con un sonido de estática —. Breaker ha encontrado algo extraño.

—Lo tengo todo bajo control.

—No, creo que…

Se escuchó un clic y la transmisión se cerró. Robert intentó comunicarse pero desistió al segundo intento. La lente iluminada parpadeó hasta apagarse. Se quitó la montura de las gafas y volvió su mirada hacia la mujer atada. Mientras se acercaba lentamente su expresión denotaba cansancio. Al llegar a ella le apartó el pelo de la cara, susurrándole:

—Tranquila cariño. Ya estoy aquí.

Al contacto de su mano con la piel la mujer emitió un gemido y levantó unos centímetros la cabeza. Cuando pudo verle el rostro abrió los ojos, pasmado. El corazón le dio un vuelco. Aquella no era Suzanne.

Detrás de él una pantalla se encendió iluminando con su tenue luz. La techumbre empezó a encenderse con el suave susurro de los halógenos. Aquella claridad le molestó la visión durante unos instantes, hasta que pudo acostumbrarse. No podía dar crédito a lo que veían sus ojos. La habitación estaba llena de cajas y cajas de explosivos. El carraspeo proveniente de la televisión le hizo girar su cuerpo. La imagen de un hombre trajeado, con ambas manos entrelazadas sobre la mesa ocupaba toda la pantalla. La sonrisa con la que mostraba todos los dientes era pura maldad. Sus palabras resonaron con firmeza.

—Me he cansado de vuestros jueguecitos. A la calaña de tu clase solo hay una manera de acabar con ella. Disfruta de tus últimos segundos de vida.

Separó las manos para, con uno de sus gruesos dedos, pulsar un botón de la mesa.

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