16 de julio de 2013

Myra les sorprendió con un salto justo al lado de ellos. Tenía la respiración agitada y sobre su frente unas gotas de sudor perlado caían sinuosamente. Tras enfundar sus dagas se pasó la palma de la mano para quitar aquella molestia. A sus pies de nuevo estaba el gato, lamiéndose una herida abierta que tenía sobre la pata delantera derecha. En cuanto miró a su hermano este se percató que había fijado sus ojos en una sola cosa: la última galleta que tenía cogida entre sus dedos. Antes de que pudiese hacer algo su hermana se había abalanzado de nuevo sobre él y de un solo bocado se zampó la galleta.

—¡Pero bueno! ¡Son para tu hermano! —Jimma le dio una palmada en la cabeza a Myra. La muchacha intentó realizar una mueca sacando la lengua, pero tuvo la mala suerte de que una miga se coló por donde no debía y empezó a toser con fuerza—. Bueno, ahí tienes tu merecido.

Jimma se volcó de nuevo sobre el caldero. Al ver que a su hermana se le ponía el rostro más y más rojo y no paraba de toser le entregó un pellejo de agua, que justo había dejado su madre estratégicamente a su alcance. Myra tragó con avidez y en cuanto recuperó el aliento empezó a hablar.

—Madre, no queda mucho tiempo. Sabes que ha de proseguir su camino —hizo una pausa para aclararse la garganta—. He logrado despejar algunas de las Sombras pequeñas que había en los alrededores, pero no he podido salir mucho más lejos. Hay algunas más a lo largo del camino hacia la salida. Si no parte ahora aquellas Sombras se harán demasiado grandes como para que pueda hacer alguna cosa.

—Esperará el tiempo que haga falta.

—Pero…

—¡Nada de peros! Esto requiere unos pasos muy estrictos, así que no hay por qué meter prisa. Vamos, ve y da otra vuelta por ahí —lanzó una mirada llena de asco al felino, que seguía lamiéndose el pelaje—. Y aparta de mi vista esa bestia asquerosa.

Myra chasqueó la lengua e infló los mofletes, mostrando toda su máxima indignación. El gato, al ver aquella escena también se puso del mismo modo. Su hermano no pudo aguantar una pequeña carcajada. Cuando le miró le sacó la lengua y con una orden llamó al animal, que de un saltó se colocó sobre su hombro. Myra le acarició levemente bajo el cuello.

—No es una bestia inmunda, su nombre es Zhan, el gran conquistador.

El gato al escuchar su nombre lanzó un maullido, intentando imponer respeto. En cuando Myra hizo el amago de desenfundar una de las dagas el animal intuyó el significado de aquel movimiento y saltó sobre uno de los escombros para desaparecer entre aquella oscuridad que los envolvía. Myra se quedó un rato pensativa, hasta dar con una nueva canción que tararear mientras su silueta se perdía entre la negrura.

Cuando desaparecieron de su vista el joven notó como un repentino cansancio le inundaba su cuerpo. Los párpados pesaban y le costaba cada vez más mantenerse despierto. Se sorprendió al notar la mano fría de Jimma al tocar su frente.

—Parece ser que ya está surgiendo efecto.

El joven intentó levantar un brazo, pero le costaba demasiado esfuerzo. Al mover los labios para articular palabra alguna solo pudo escucharse a sí mismo cómo se le trababan las palabras una encima de la otra. Jimma sonrió.

—Tranquilo, no pasa nada. Digamos que en esas galletas he colocado un pequeño ingrediente secreto —Jimma miró hacia la oscuridad—. Estoy seguro que con la energía que tiene tu hermana no le va a hacer efecto alguno una simple galleta, pero por lo menos conseguiremos que se calme un poco... O eso espero. Al menos ahora centra todas sus energías en el pobre animalejo —miró de nuevo a su hijo—. En fin, ahora simplemente déjate llevar y descansa. Yo cuidaré de ti.

Le dio un beso tierno en la mejilla. El joven en cuanto dejó que se cerrasen sus ojos se sumió en un profundo sueño. Era tan profundo que durante el tiempo que estuvo dormido no pasó ningún tipo de imagen por su mente.

El tono elevado de las voces a su alrededor le despertó. Empezó a moverse con lentitud e intentó abrir los ojos poco a poco. Aunque sus párpados le pesaran ya no como antes. Es más, notaba una extraña sensación a lo largo de todo su cuerpo. Era como si pesara menos, más ligero. Inspiró profundamente y dejó que el aire fluyera por sus pulmones para luego soltarlo con calma. Cuando logró por fin enfocar pudo ver que su madre seguía encima de él. Llevaba entre manos un trapo manchado de rojo y unas vendas enrolladas sobre el brazo.

—Y bien, ¿Qué tal te encuentras?

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