14 de julio de 2013

El fogonazo le sorprendió. Una ráfaga de aire caliente le acarició la mejilla, acompañada seguidamente por el grito de dolor de la criatura, taladrándole el tímpano. Notó como la Sombra lo liberó de su agarre y con ello perdió el equilibrio, golpeando su espalda contra la pared. Se agarró como pudo para no caer de bruces. Tras sus párpados empezó a vislumbrar unos pequeños focos de luz, así que abrió con cautela los ojos para ver que sucedía. Unas pequeñas bolas de luz anaranjada, no más grandes que su puño cerrado, flotaban en el aire moviéndose sinuosamente. Frunció el ceño y miró alrededor. La criatura no se encontraba a la vista pero todavía podía escuchar sus lamentos.

Aguzó el oído, giró por completo el cuerpo y se colocó rápidamente en posición de defensa, cubriendo su cuerpo con ambos brazos y cerrando los puños. Los pasos se acercaban con rapidez. En cuanto levantó su brazo derecho un palmo el dolor del costado le hizo flaquear y bajó la guardia. Lo suficiente como para no lograr apartarse de la trayectoria de aquella persona, que se lanzó sobre él apretujándole entre sus brazos. Lo había pillado completamente desprevenido, no sabía que estaba pasando. En cuanto escuchó su grito de alegría se dibujó en su rostro una mueca de sorpresa.

—¡Genial! ¡Por fin te he encontrado!

Una chica menuda le tenía agarrado por la cintura. Tenía la cara apretada contra su cuerpo y solo podía verle la larga melena espesa llena de rizos oscuros como el carbón moviéndose de un lado al otro. En uno de aquellos movimientos le tocó la zona de la herida e inspiró fuertemente entre dientes, aquejado por el dolor. La joven se percató de aquello y se apartó con un pequeño salto hacia atrás, colocando los brazos cruzados tras de sí y agachando la cabeza, mostrando preocupación en sus ojos pardos.

—¿Myra? –dijo extrañado el joven.

La pequeña emitió un gorjeo y mostró sus dientes en una sonrisa llena de felicidad. Se apartó el cabello rebelde con la palma de la mano y se colocó en pose, mostrando indignación. Llevaba una camisa holgada y larga, con un par de correas atadas una encima de otra sobre su cintura. Pegadas a su espalda se podían intuir las empuñaduras de un par de dagas, una a cada lado de su cuerpo. Un ronroneo le llamó la atención, y al lado de los pies de la joven apareció un gato. Acariciaba su pelaje claro contra las botas altas mientras le lanzaba una mirada de desdén al joven, dejando sus diminutos colmillos a la vista.

Al levantar la mirada pudo leer en la cara de Myra como se debatía por lanzarse de nuevo para volverlo a abrazar. El joven suspiró y separó los brazos, realizando un gesto con la cabeza instándole a acercarse. La muchacha con una risa jovial le volvió a abrazar, esta vez con más ternura.

—Nos ha costado mucho encontrarte, hermano. Pero ya estamos aquí.

El joven frunció el ceño.

—Un momento, creo que no te acabo de entender bien. ¿Qué quieres decir con “nos”?

Un grito gutural les devolvió a la realidad. Seguían en aquella habitación repleta de todas las sombras. Todos los problemas aparecieron de nuevo. A su derecha aparecieron dos Sombras alumbradas por los focos flotantes. No mostraban duda alguna al verse de frente con un foco de luz, estaban ansiosas por terminar con aquello que habían venido a hacer. El chico apartó a Myra con un brazo y recogió su espada del suelo. En cuanto se colocó agarrando con fuerza la empuñadura de su espada el dolor le sobrevino de nuevo. No podría moverse con mucha agilidad, pero tal vez con la ayuda de su hermana ahora sería diferente. En cuanto dio un paso hacia delante la pequeña Myra le detuvo. Al cruzar sus miradas vio en los ojos de la joven algo diferente. Una determinación que no conocía.

—Déjame ayudarte esta vez. Además son órdenes de Jimma, y ya sabes de qué humor llega a ponerse si no le haces caso.

Con un movimiento rápido se recogió la larga cabellera en una coleta y de su espalda desenvainó ambas dagas de un tirón. El gato se encontraba a su lado, con el pelo erizado mostrando una postura agresiva hacia aquellas criaturas. Tenía de nuevo la boca abierta dejando ver sus colmillos, salvo que de algún modo ahora emanaba un aura extraña. Los dos compañeros se miraron y sin mediar palabra se lanzaron de un salto arremetiendo contra las Sombras.

El joven estiró el brazo para intentar detener a su hermana, pero un golpe seco en la coronilla le dejó atónito.

—¿Qué significa todo esto?

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